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23 de Agosto 2021

Semana Mundial del Agua

Esta semana la protagonista de las conversaciones globales ha sido el agua. Expertos, gobiernos, científicos, empresas y demás actores relacionados con el recurso más necesario se han encontrado de manera virtual en la XXX Semana Mundial del Agua de Estocolmo. El mensaje ha sido claro: el agua está en el centro de la crisis climática y es necesario pasar de las palabras a los hechos. Con el lema “Construir resiliencia más rápido” se ha destacado que se nos acaba el tiempo para asegurar este derecho humano en todo el planeta que debe adaptarse a las nuevas reglas del juego climático.

Durante cinco días, las más de 16.200 personas inscritas de un total de 170 países han podido participar en las 418 sesiones temáticas distintas que se han ido retransmitiendo por videoconferencia a todos los rincones del mundo. Todo un éxito de convocatoria.

Tal y como explicó en la sesión inaugural la vicesecretaria general de las Naciones Unidas, Amina Mohammed, las diferentes crisis relacionadas con el agua que se derivan del calentamiento global exigen situar el Objetivo de Desarrollo Sostenible 6, agua limpia y saneamiento para todos, en el centro de la Agenda 2030 ya que “es crucial para la salud, la alimentación, el bienestar de la población, la igualdad entre mujeres y hombres, el equilibrio de los ecosistemas y el desarrollo de la acción climática”.

Uno de los eventos más esperados fue la entrega del Junior Water Prize 2021, que ganó la joven Eshani Jha, en representación de Estados Unidos, por su investigación sobre cómo eliminar los contaminantes del agua. El jurado del conocido como ‘nobel juvenil del agua’ destacó la pasión de los finalistas y reclamó este liderazgo para continuar la innovación dentro del sector del agua.

Esta semana todo el planeta ha estado pendiente del drama que se está viviendo en Afganistán a causa del avance talibán ante la salida del país de las tropas internacionales. A esta desesperada situación hay que sumar sequía histórica que atraviesa Afganistán que ha provocado la pérdida de más del 40% de las cosechas de la temporada.

El Banco Mundial de Alimentos ha lanzado una alerta humanitaria global por falta de agua y alimentos. El organismo internacional alerta de que uno de cada tres afganos, o 14 millones de personas, pasa hambre hoy y dos millones de niños desnutridos necesitan tratamiento urgente.

También hemos conocido esta semana un informe demoledor sobre la pérdida de agua en Brasil, que guarda la mayor reserva hídrica del planeta. En 30 años, el país ya ha perdido el 15,7% de su agua superficial.

Pero el dato más triste es el de la degradación de un ecosistema emblemático, el Pantana, considerado el mayor humedal del mundo. Esta llanura aluvial sufre una situación crítica, con la peor sequía en casi 50 años y un 2020 plagado de incendios que arrasaron el 22% de este ecosistema, declarado Patrimonio de la Humanidad por la ONU. El estudio señala que el humedal ha perdido casi la mitad de su agua superficial.

Los investigadores del World Resources Institute han aprovechado su presencia en la Semana Mundial del Agua para difundir un estudio que demuestra que asegurar el suministro y saneamiento de agua para 2030 podría costar apenas un 1% del PIB mundial. 

Si se invirtiera cada año esta cantidad en solucionar problemas hídricos, como la falta de infraestructuras de potabilización y saneamiento se podría cumplir con la Agenda 2030 sin asumir grandes sacrificios. Y es que hablamos de una inversión que se recuperaría con creces: cada dólar que se destinara a mejorar el acceso al agua y su saneamiento supondría una media de 6,80 $ de retorno. Además, evitaría pérdidas de entre el 2 y el 10% del PIB global de aquí a 2050.

El estudio se centra en analizar qué inversiones y actuaciones sería necesarias para lograr cumplir con seis estrategias diferenciadas que, combinadas, supondrían lograr la seguridad hídrica.

Cerramos la semana con la alerta del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) sobre los peligros ambientales y sanitarios que supone la temporada de quema de cultivos agrícolas, una práctica ancestral que se está llevando a cabo con el final de la temporada estival en muchas partes del planeta y que supone una fuente de contaminantes muy potentes y un grave castigo para el agua.

El PNUMA señala que las grandes áreas de tierras agrícolas que se incendian cada comienzo de otoño son un importante contribuyente a la contaminación del aire que mata a 7 millones de personas al año, incluidos 650.000 niños.

La quema agrícola reduce la retención de agua y la fertilidad del suelo entre un 25 y un 30%  obligando a los productores agrícolas a invertir en costosos fertilizantes y sistemas de riego para compensar. Además, el carbono negro tiene otro efecto indeseado sobre la reserva hídrica ya que también puede modificar los patrones de lluvia y reducir su impacto, especialmente en el caso del monzón asiático, interrumpiendo por tanto eventos climáticos que son absolutamente necesarios para apoyar la agricultura.

Una práctica que, sin duda, hay desterrar para seguir avanzando en materia de sostenibilidad.

Fuente: https://www.elagoradiario.com/informe-semanal/agua-centro-crisis-climatica/

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