En parte despectivamente solemos decir que los argentinos “todo lo arreglamos con alambre”. Como que solucionamos problemas con improvisaciones, acaso desaprensivamente. Sin embargo, ese supuesto rasgo también puede ser tomado positivamente: no nos rendimos frente a la dificultad, sustituimos carencias con ingenio.
Este es el caso de la solución a un problema de salinización de pozos de agua subterránea en la zona de San Lorenzo, localidad ribereña del Río Paraná, ubicada a 23 km de la ciudad de Rosario. Los acuíferos de agua dulce a lo largo del gran río suelen yacer sobre acuíferos de agua salobre. La succión continua de las bombas sumergidas hacen subir el nivel de agua salada hasta que el pozo se saliniza y ya no sirve. Se pierde el pozo…y el dinero invertido.
Durante la época en la que la empresa de agua de la provincia estaba concesionada a una empresa del grupo Suez, multinacional de origen francés, la frecuencia de este problema exasperaba a los técnicos (¡y administradores!) europeos. Hasta que un argentino a cargo del área, el Ingeniero Julio Cesar Sanchez, ideó una solución. Al lado del pozo de agua, a una distancia cuidadosamente estudiada y hasta una profundidad mayor a del acuífero dulce, se instalaba un nuevo pozo, de menor caudal.
Ambas bombas succionaban simultáneamente de tal manera que la napa salobre era “tirada” hacia abajo. El agua salobre extraída se vertía en la red pluvial a la que por su composición limpia
¿Atado con alambre? ¡Hecho con ingenio! Y tanto que la compañía concesionaria francesa premió al ingeniero con un viaje a Europa
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